Cuando mi hijo empezó a asistir a las clases de chino, me maravillaron las notas que llevó a casa después de la primera sesión. Como mi lengua nativa es el inglés, me resultaba difícil entender que esos caracteres se relacionaran con palabras habladas. Parecía increíblemente complejo… casi incomprensible.

A veces, tengo la misma sensación de desconcierto cuando pienso en cómo actúa Dios. Sé que Él declaró: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos» (Isaías 55:8). Aun así, algo dentro de mí siente que debería ser capaz de entender por qué permite ciertas cosas. Después de todo, leo su Palabra con regularidad y su Espíritu Santo vive en mí.

Cuando me siento con derecho a entender sus caminos, trato de recuperar la humildad. Intento recordar que Job no recibió una explicación de su sufrimiento (Job 1:5, 8). Luchaba por entender, pero Dios le preguntó: «¿Es sabiduría contender con el Omnipotente?» (Job 40:2). Entonces, respondió: «He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca» (v. 4). El patriarca quedó sin palabras ante la grandeza de Dios.

Aunque los caminos del Señor parezcan a veces misteriosos e incomprensibles, podemos descansar confiados en que son más elevados que los nuestros.